Tengo 32 años y en los últimos 17 no recuerdo unas Navidades en las que me sintiese a gusto con mi cuerpo. Muchas de quienes pasamos un trastorno de alimentación en la adolescencia convivimos con él toda la vida, como una sombra burlona y pegajosa de la que no es posible escapar. Hay etapas en las que consigues ignorarlo, incluso olvidarlo, y sentirte tranquila, fuerte, feliz. Pero hay otras en las que grita mucho y muy alto, invadiéndolo todo: la Navidad suele ser una de ellas. Estos días leía que están creciendo los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) entre los menores de 12 años. Cuando estos días te apetezca hacer un comentario sobre el físico de cualquiera, recuerda, por favor, que hay muchas cosas detrás de un cambio de peso o una relación incómoda con la comida y seguramente despiertes inseguridad, tristeza, dolor. Con esas palabras es probablemente alguien vuelva a casa con una sombra pegajosa gritándole más alto que nunca.
