Joaquín Peláez —77 años, todos le llaman Ximo— dice que ha vuelto a vivir. En sus brazos tiene todavía las heridas del día en que la riada destrozó la casa en la que vivía y él alcanzó a salvar su vida como pudo, encaramado encima de los muebles. Lo acaban de trasladar a este piso de 52 metros cuadrados en un bloque al sur de Valencia y siente como si estuviera empezando de cero. Espera un muchacho que va a venir a colgarle unos cuadros que compró en un mercadillo, le falta conseguir el televisor, el espejo para el baño, algunos platos. “Estamos rehaciendo la vida poquito a poco”, dice. El 29 de octubre, cuando la dana azotó con fuerza la provincia, perdió el DNI, el móvil, las gafas y hasta los dientes, que ya se había quitado para dormir.
